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La cara B del Primavera Sound 2017

Escrito por el 08/06/2017

Por Daniel P. García

Ha finalizado la 17ª edición del festival Primavera Sound y el balance es como siempre positivo, salvo algunas excepciones. Cabezas de cartel como Grace Jones, Arcade Fire,  Slayer o Metronomy, cumplieron con las expectativas. Pero el festival tiene en promedio doce horas diarias de música sin parar en su reciento principal. Han sido tres días en los que se han presentado bandas y solistas de por lo menos 25 países distintos, pertenecientes a los más diversos géneros, con más o menos lazos con el indie, y que pocas veces son mencionados en los medios.

Las crónicas y los artículos pocas veces se alejan de los dos escenarios principales y los grandes nombres. Quizás se pasean por los escenarios Primavera o Ray-Ban, para curiosear algo mientras se entra o se sale del recinto, o para observar algún clásico de los ochenta o los noventa, más indie, más cara B, si cabe, como The Make-up o Teenage Fanclub, donde el público suele ser escaso. Por eso decidimos mantenernos alejados de los escenarios principales en la búsqueda de ese otro lado del festival.

Entre esos conciertos nos encontramos temprano con El petit de cal Eril, que entretuvo a la concurrencia –destacaban los padres con bebés y niños pequeños-, primero con el tono juguetón de ‘El senyal’, luego con la psicodelia de ‘El plor’, para cerrar con la intimidad inocente de ‘Amb tot’.

Escucha aquí el concierto que El Petit de Cal Eril ofreció en Primavera Sound 2017.

King Gizzard & the lizard wizard nos envolvieron en una psicodelia potente y con sonidos muy australianos, pero fuertemente influenciados por ritmos centroasiáticos y árabes, ritualizando la escena con mantras como los de ‘Rattlesnake’ de su último disco “Flying microtonal banana” (2017) o loops más rockeros, como los de ‘Robot Stop’, de su anterior trabajo “Nonagon infinity” (2016).

En el escenario Night Pro las coreanas de Billy Carter exudaron la vitalidad y frescura del K-pop que se sumó a la potencia arrolladora del rockabilly y el psicobilly, con cambios rítmicos frenéticos y contundentes que alcanzaron su climax con el tema ‘Lazy talk’, interpretado una melódica tocada a todo pulmón frente al muro de sonido de la guitarra, y destilando erotismo y desenfado en escena.

The Molochs fueron de menos a más, destacando por sobre todo el histrionismo de su vocalista y la seguridad de la primera guitarra, elementos que recuerdan a los primeros The rolling stones o a The kinks en canciones pegadizas como ‘No more cryin’’ o ‘Charlie’s lips’, ambos singles de su disco debut “America’s velvet glory” (2017), que se caracterizan curiosamente por su sonido californiano. También en un revival de vieja escuela, Against me! se paseó desde el punk más clásico hasta el más melódico en lo musical, para introducir su temática centrada en el discurso transgénero, a través de canciones como ‘Transgender dysphoria blues’ o ‘Delicate, petite & other things I’ll never be’, aunque también se dio espacio para la liviandad cervecero-irlandesa de ‘Pints of Guinness make you strong’.

La banda neoyorquino-sudanesa Sinkane dejó ver solo una pequeña porción del espectro de géneros y mezcla de ritmos con los que suele jugar. Abriendo en el escenario Primavera con ‘New name’, una canción pop con fuertes influencias afrobeat, soul y trip hop, delineó su concierto despojado de los preciosismos del Jazz o la elongación psicodélica que suele utilizar, pero sumando reggae, pop sudanés y una vibración muy Soul Train, en canciones como ‘Theme from life & livin’ it’ o ‘U-huh’, ambas de su último disco “Life  & livin’ it” (2017). En el mismo sentido festivo, el ensemble indio The Rajasthan Express fue la compañía y el contrapunto ideal para la contención meditativa del compositor israelí Shye Ben Tzur, cuya colaboración reafirmó en vivo la interculturalidad y riqueza musical que posee el disco “Junun” (2015), aunque esta vez sin la participación de Johnny Greenwood, uno de los compositores del disco.

El concierto de Death Grips fue un caos que estableció su propio orden y preponderancia, un muro de sonido que se quebró constantemente sobre la escena, un fraseo, balbuceo y repique constante, trance, hip hop, noise, industrial y punk desarticulado y rearticulado en escena, corrosivo. Un terremoto constante que se inició con ‘Whatever I Want (fuck who’s watching)’ y que se contuvo levemente con la primera interpretación en vivo de ‘BB poison’ para desbocar nuevamente su potente maquinaria hasta el hip hop final de ‘Guillotine’. Quizás una de las sesiones más potentes del festival de este año que ha sido pasada por alto por la mayoría de los medios.


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