Blur nos propone un bonito viaje con «The Ballad of Darren»

Las drogas y las noches interminables quedaron atrás, incluso la batalla con su banda rival por ser la mejor banda de Inglaterra en los noventa también es un lejano reflejo de que Blur ganaron la guerra a pesar de que Oasis ganaron muchas batallas. Ahora, los de Londres sacan músculo de nuevo y vuelven con un disco, «The Ballad of Darren», donde las baladas y los arreglos orquestales nos llevan a un clima que por momentos recuerdan al proyecto personal de Albarn, “Everyday Robots”.

Blur se presentan ocho años después con un disco mucho más maduro, con guiños a su trayectoria, alejándose de la sociedad británica como inspiración, pero no muy lejos de una realidad que ahora más que nunca hace justicia al segundo álbum de la banda, “Modern Life is Rubbish” (1993). Ahora los problemas de Damon Albarn con su mujer Suzi Winstanley y una posible separación vuelven a inspirar al compositor con un disco de corte más frágil, recordando a sus proyectos en solitario, siempre rodeados por la melancolía, con discos mucho más introspectivos y que, en esta ocasión, dedican este nuevo trabajo a Smoggy (alias de Darren Evans), el amigo inseparable de Damon Albarn desde los inicios de la banda. La imagen que ilustra la portada es obra del fotógrafo Martin Parr, en una de sus célebres imágenes costumbristas en la que nos muestra una piscina al aire libre en Glourock, Escocia (2004).

Si comparamos el álbum “13” (1999) con “The Ballad of Darren” (2023), discos supuestamente influenciados por dos rupturas, no encontraremos ningún parecido más que por una melancólica Tender, recordando a la balada que abre el nuevo disco. The Ballad, de cocción lenta y magistral ternura, allana el camino a un disco de perfecta armonía. Muy lejos de ser un álbum de hits (no por ello es peor que sus antecesores), las nuevas canciones son de una estructura rítmica perfecta. La roquera St. Charles Square y las guitarras punzantes de Graham Coxon nos recuerdan a la actitud de unos jóvenes chicos que, ahora llegados a la madurez, solo quieren disfrutar haciendo música, sin presiones ni rivales en el horizonte. Blur están en un momento de creatividad impresionante donde brillan para abrazar la gloria. Barbaric es otro guiño al momento que el vocalista atraviesa: “Me gustaría, si tienes tiempo, hablar contigo de lo que me hizo esta ruptura / Perdí el sentimiento que pensé que nunca perdería ¿A dónde voy ahora?”, y así se va sucediendo un disco que no sale de un pop melancólico con temas como Russian Strings o The Everglades (for Leonard).

The Narcissist es un paisaje de alegres melodías donde Damon entona el mea culpa, aceptando la derrota en la lucha por mantenerse a flote en lo sentimental y en sus pasadas adicciones. En Goodbye Albert nos encontramos con un sintetizador desgarrador y un acompañamiento magistral por parte de Dave Rowntree y Alex James, mientras la guitarra de Coxon guía el camino a una voz penetrante; de aquí en adelante Far Away Island, Avalon o The Heights se vuelven todavía más personales y acercando más a Blur a una especie de experimento acústico donde Damon es el que lleva el peso o dolor, todo dependiendo del punto de vista en que uno escuche el disco, aunque hay que dejar claro que el logro de hacer algo tan diferente a lo que muchos esperaban, y al mismo tiempo hacerlo con tal derroche de calidad, es gracias al compromiso de cuatro amigos que disfrutan haciendo lo que hacen, aceptando que ellos han cambiado, el mundo ha cambiado y que Blur ha cambiado.

The Rabbi, uno de los temas incluidos en la edición deluxe del álbum junto con The Swan, consiguiendo levantar el vuelo con una preciosa melodía en la que todo fluye, coros y un ritmo que recuerda a feria de niñez, es una de nuestras preferidas, mientras que The Swan podría formar parte de un hipotético tercer álbum de The Good, The Bad & The Queen. Lejos de querer recuperar su sonido, cosa que me parece muy honrada, la nostalgia y la melancolía son las grandes aliadas de un regreso que ya está entre lo mejor del 2023.