El ejemplar set acústico de Robert Forster
Escrito por Òscar Escabia el 27/11/2019
Crónica de Robert Forster · L’Auditori, 20 de noviembre de 2019
Después de la llorada muerte de su compañero y cofundador del grupo The Go-Betweens Grant McLennan en 2006, Robert Forster sigue reivindicando el rock y el pop esquivo de una de las bandas clave de los 80. A pesar de contar con mucho material en solitario, el australiano sabe que el público quiere escuchar los hits de la banda.

En solitario con su guitarra acústica, sin músicos, ni tampoco con su aliada violinista Karin Bäumler, baja de última hora, el cantante intercaló temas de todas las épocas, en una hora y media fluida, y ejemplar, con nuevas lecturas de temas que siempre hemos escuchado, evidentemente, más instrumentadas, pero sin echar en falta ni a nada ni a nadie. Mediante un sentido del humor sanamente excéntrico e irónico, Mr Forster demostró que llenar un espacio poco íntimo o cercano para una propuesta que requiere calidez puede ser tarea fácil para alguien tan bregado como él.
Empezó su set con la concatenación de Born to a Family, Spirit y I’m All Right, todas del grupo , a las que siguieron rescates de sus discos en solitario como I love Myself (and I always have), Remain, Learn to Burn entre otras. Caldeó el ambiente con las intensas Here Comes a City y Darlinghurst Nights, recibiendo no solo aplausos sino ovaciones, y antes de Baby Stones pidió aumentar la luz y poner rostro a los espectadores. Su agudeza apareció en explicaciones sobre solos de guitarra, bares de Australia, o sobre cómo escribir una canción a una novia exigente, idea desarrollada en el tema Rock ‘n’ Roll Friend, escogida para cerrar el concierto. También preguntó e intentó entender sin éxito el nombre de alguna de nuestras playas para nombrarlas en Surfing Magazines, consiguendo, eso sí, que el todo el Auditori tarareara la canción. Se basta y se sobra.
De su extraordinario último disco “Inferno” apenas escogió cuatro temas, destacando One Bird In The Sky, monumental pieza en la que sí echamos un poquito en falta el violín, bastante presente en general en el disco. Puede que el momento más mágico fuera fue la interpretación de Spring Rain, canción que define a un grupo, y que provoca intensos arrebatos de nostalgia. En definitiva, pasado y presente reflejado en la mirada de un músico sin caducidad que aún tiene mucho por decir. Lástima que las nuevas generaciones miren hacia otros territorios sonoros.
Texto: Òscar Blanch | Imágenes: Meritxell Rosell