El Juego del Hombre Máquina
Escrito por Anatemas Fist Bar! el 29/08/2013
El término electronic body music, fue acuñado por Ralf Hütter, miembro de la banda electrónica alemana Kraftwerk, en el año 1978, para explicar el sonido más físico de su álbum Die Mensch·Maschine.
Estamos en 1993. Nos visita de nuevo Esteban DJ, de retorno de la ciudad hanseática de Hamburg, donde ha ido a reunirse con Tom Ripley. Sepamos porqué.
La ciudad de Hamburgo presentaba durante el pasado siglo una similitud extraordinaria con la ciudad de Barcelona.
Ambas ciudades portuarias, ciudades-estado independientes de su alrededor, y ambas segundas capitales de sus respectivos países. Esto apreciaba Delfín durante sus estancias largas e intermitentes desde el año 1985 hasta inicios de 1990.
La ciudad libre y hanseática que vió nacer a bandas británicas como los Beatles o los Sisters Of Mercy, presentaba una escena vibrante e innovadora, abierta al Mar del Norte, en una Alemania Occidental donde una nueva generación de jóvenes empezaba a crear un estilo de vida futuro. El telón de acero, a sólo 50 kilómetros al este de Hamburgo, separa la ciudad de la mayor parte de su interior como Estado. Algunos de los habitantes del interior, ajenos al mar, decidían pasar estancias en Berlín, entre muros, para compartir experiencias y sueños de creatividad con otros allegados de Occidente. Hamburgo era la ciudad que renacía desde el area de Sant Pauli. Una ciudad abierta, como lo era Barcelona. Una ciudad-estado, como lo eran las ciudades de la Grecia Antigua.
La cultura de club en Hamburgo, durante mediados de los los años 80, seguía centrada en la cultura Mod, Northern Soul, Post Punk y Wave; con lugares y locales como el Kir, Trinity, Voila o Stairs. Lugares que Delfín conocía bien, pues los había frecuentado mientras estuvo viviendo en la República Federal de Alemania. Pero los tiempos, a mediados de los años 90, estaban cambiando.
Sabiendo que Esteban era DJ, le recomendó de ir a ver juntos el club de música electrónica por excelencia de Alemania Occidental. Un local que a su vez, le había sido recomendado años antes a Delfín por un amigo de juventud, Stefan Melnik.
Delfin y Esteban se hospedan en un hotel de la capital. Misma habitación, camas separadas. Esa noche tienen previsto visitar el club Front, y ver que novedades presentan los espacios públicos y locales de concurrencia privada del norte de Europa. Aire fresco del Nordsee.
Front comenzó como una discoteca de sótano para la escena gay, la decoración era minimalsita, paredes pintadas de gris, yeso crudo y acero inoxidable. Notorio era el parpadeo de la luz de los fluorescentes, presentando algunas luces de neón de colores, esquinas oscuras y libertad de imagen.
Desde 1983 hasta 1997 se encuentra en la zona de Hammerbrook, en un sótano debajo del edificio de la fábrica de cuero, situada en una Kontorhaus.
En la década de 1960 esta zona había sido un refugio para los clubes inusuales. Y otra vez aquí, 20 años más tarde, un nuevo sonido que había hecho su camino desde Inglaterra hasta Alemania, irrumpía en Europa; como fue el caso del Acid House durante 1986 y 1987.
Front lo fundan Willi Prange y su socio Philip Clarke. Contaba en su cabina con residentes como Boris Dlugosch, Michael Braune, Michi Lange y, sobre todo, Klaus Stockhausen; quien tuvo una gran influencia en el sonido de club que nacía en ese momento. Mezclar sin problemas temas juntos, creando capas infinitas y sin interrupciones de sonidos, diseñados para la pista de baile, mezclar eso era una verdadera novedad en el momento.
Tras las rejas y mallas de alambre, una pantalla de vídeo de aproximadamente 5 x 6 pulgadas – en la que abundaba el video porno gay – se asomaba hacia el exterior de acero inoxidable una cabina de DJ cubierta de plexiglás, lo que permitia sólo una reducida vista a la pista de baile.
El sistema de sonido cuadrafónico consistía en dos platos giradiscos. Una Thorens TD524, una unidad Discotech, la cual permitía variaciones de tono de hasta el 25%. De tal manera que podían realizarse transiciones fluidas entre discos a velocidades de 33 y 45 RPM . Más allá de los Tecnichs 1210 MK II, nada había como accesorio en la cabina del DJ. La mesa de mezclas era una Silver Shadow II Stanford , y el local presentaba cuatro altavoces con preponderancia central dura, suspendidos en el techo, centrados en la pista de baile.
Front llegó a lograr un desarrollo y una popularidad bastante rápida, debido principalmente al notable número de homosexuales que lo frecuentaban. Los Sábados y los Miércoles se permitía la entrada a los grupos mixtos ( hombres y mujeres ), mientras que los Viernes era Men Only. Front fue sin duda el primer lugar en Alemania, donde Acid y House realmente se podían escuchar al detalle.
Un detalle musical que podía ser adquirido durante el día, en las discretas, pulcras y espaciosas tiendas de discos que la ciudad mantiene. Es de agradecer, viniendo de un país de toreros, esta disposición catalogada de sus tiendas de discos. Espacios donde el amante de la música pòdía adquirir a buen precio – a precio increíblemente bueno en comparación con los establecimientos de nuestro país – verdaderas joyas y novedades en formato vinilo.
En otra zona de la ciudad, la de Sant Pauli y ReeperBahn – tras las luces de neón y las chicas enfundadas en látex – se presume de estadio y de equipo de de fútbol.
El club St. Pauli había vivido a la sombra del gran club de fútbol de la urbe, el Hamburger SV. Sin embargo, durante la década de 1980, squatters locales, anarquistas, prostitutas, estudiantes y punks empezaron a llenar las terrazas que rodean al estadio Millerntor, dándole un carácter muy diferente: Simpático, divertido y combativo. Así, mientras que el resto del fútbol europeo, durante finales de los años ochenta e inicios de los noventa, estaba sumido en el racismo y en la violencia; el St Pauli tomó un camino más progresivo, luchando contra ese racismo y contra la homofobia; años antes de que otros clubes deportivos siguieran su ejemplo.
Así era la ciudad de Hamburg, abierta y moderna. Ciudad en la cual Esteban y Delfin acuden por viaje de negocios, patrocinados por una empresa local barcelonesa, con el fin de establecer contratos para una disquera de importación. Y para establecer contactos. Y por placer, claro está.
Aterrizan en París llevados por un aeroplano de ocho plazas bimotor que les ha traído desde Barcelona. Un viaje acompañado de noche de lluvia y tormenta. Intentaron fumar en pipa, cuando todavía el fumar estaba consentido en los viajes de clase bussiness, pero sólo consiguieron la aprobación de poder encender un habano durante el trayecto. El tipo de humo que no molesta a los restantes pasajeros, les dice la azafata en un perfecto alemán.
Una vez en París, se desplazan en metro hasta la moderna estación de La Défense, en la que la multitud es sustituida por los múltiples monitores de las cámaras de seguridad. Deben llegar al aeropuerto y tomar un vuelo que les lleve a la ciudad alemana industrial.
La reconstruida ciudad de Hamburgo, la ciudad escenario de las acciones de Ripley bajo la discreta mirada del amigo Wim Wenders.
El Tom Ripley de la película El amigo americano no es el de Patricia Highsmith.
Dennis Hopper, en el papel de Ripley, nos da la imagen de un hombre atormentado, solitario y enigmático.
Vive en una gran mansión en Hamburgo, rodeado de máquinas y artilugios, fetiches de la cultura americana. No le acompañan ni Heloise ni madame Annette. Sumergido en un extraño mundo, se hace autorretratos con una polaroid o se graba con un magnetófono, para después escuchar su voz:
“No hay nada de lo que tener miedo, salvo del mismo miedo. Cada vez sé menos quién soy yo o quiénes son los demás”.
Sus gestos y actitudes muestran a un hombre misterioso y paranoico que recorre la película con un sombrero de cowboy y una peculiar vestimenta, alejada de la elegancia del Ripley de Highsmith. Es el Ripley de Wim Wenders.
Tom Ripley odiaba a la mafia, odiaba sus sucios negocios de préstamos, sus chantajes, su condenada iglesia, su cobardía al delegar siempre los trabajos más sucios en los subordinados, para que la ley no pudiera echarles el guante a los mandamases, no pudiera meterlos entre rejas salvo por evasión de impuestos o alguna trivialidad por el estilo. Comparado con los mafiosos, Ripley casi se sentía un virtuoso. Al pensarlo soltó una sonora carcajada…
Mientras nuestros amigos siguen en Hamburg, La Funambulista Musical se encuentra en Barcelona regentando FistBar! por la tarde. Abandera el sutil movimiento que nos lleva desde la música garage hasta los sonidos industriales en su vertiente más gótica.
Corría 1983 cuando la banda publica su primer larga duración, etiquetados en el sonido EBM, tienen un electro industrial claro, a partir de la distorsión de la voz y el sintetizador.
Y que mejor definición de ello que la formación Vomito Negro. Gin Devo y Sandevos forman parte de este grupo.
Hoy nos subimos en vuestro Delorean particular para regresar al pasado y aparcar en 1990, año en el que se edita el álbum Save the World en el cual se incluye el tema que escuchareis a continuación.
El subgénero llamado Electro-industrial es una fusión de la música EBM e industrial que tiene lugar a mediados de la década de 1980. Mientras el EBM presenta una estructura mínima y una producción limpia, el electro-industrial nos muestra un sonido profundo, complejo y estratificado, incorporando elementos de la música ambiente industrial.
A mediados de los años 90, el estilo dió lugar al electro oscuro ( dark electronica ) y a derivaciones electrónicas en forma de glitch. Los grupos de esta época suelen aplicar una estética de realismo socialista a su imagen y portadas de discos, con una intención irónica clara, en forma de metáfora visual.
Debemos situar el nacimiento de la escena electrónica de baile, hija de los sonidos industriales de inicios de los años ochenta, en Europa. Una Europa que se dirime entre el Atlántico y el telón de acero. Una Europa donde desplazarse internamente era considerado algo inusual.
En Fist, reside mientras nuestros amigos viajan, DJ Kollaps el hombre que supo anticipar el futuro de los sonidos electrónicos.
Verano de 1987, estoy pinchando en Las Cuevas, mítico local de Lloret de Mar, cerca del bar del Pelos, oasis de modernidad dentro del inmenso mar del turismo hortera de la costa. Una noche se me acerca a la cabina un chico de riguroso negro y pelo crepado, se presenta, me dice que es belga y que me ha traido un maxi, que si lo puedo escuchar y si me gusta que lo ponga.
Tenía en mis manos el maxi de A Split Second con su tema Flesh el cual se convertiría en un clásico del New Beat y del Electronic Body Music.
Os dejo con A Split Second pero con la cara B de ese maxi Crimewave, menos escuchada pero fantástica.
El sonido New Beat se origina en Bélgica a finales de la década de los 80, concretamente entre 1987 y 1988. Estilo de música bailable underground, muy conocido en los clubes y discotecas de Europa Occidental. Se trata de un cruce de la electronic body music con el sonido Chicago naciente originando la escena acid y house.
New Beat es el precursor inmediato de la música electrónica de baile que se desarrolla en la vecina Holanda y en otros lugares europeos alrededor del año 1990, llamada hardcore o happy hardcore. Con el tiempo, el término se convierte en mainstream, especialmente durante los Second Summer Of Love en los veranos de 1989 y 1990, desvaneciéndose rápidamente. Llega el subgénero Eurohouse para hacerse cargo.
Debido a la relación del New Beat con el acid house en el Reino Unido en 1988, las producciones europeas más comerciales de este estilo lucen el smiley como símbolo de mercadotecnia. Un simbolo que fue adaptado y per-vertido por la banda británica, con sede en Manchester, Psychic TV utilizando el nombre Tekno Acid Beat.
Algunos afirman que Genesis P-Orridge acuñó el término en su single Tune In (thee Acid House). Otros afirman que combinó la subcultura acid con términos de música house después de ver ciertas portadas de álbumes en una tienda de discos de Chicago. Otros cuentan, incluyendo el mismo P-Orridge, que simplemente compró discos marcados con el logo del ácido.
Varias producciones británicas New Beat emigrarán al sur de Europa, denigrándose en la llamada escena ‘Bakalao‘ valenciana. En esta emigración y proliferación del sonido máquina, ciertos disqueros y negociantes tendrán mucho que ver.
Desde el barrio de Altona, en Hamburgo, aparece Ripley. Un cowboy como Ripley quien tiene previsto reunirse con Esteban y Delfín a quienes localiza mientras éstos se encuentran jugando una partida de ajedrez. Ripley les confía a nuestros viajantes, lo siguiente: Deben encontrarse con Reeves Minot.
Acuden a un local pequeño, de exclusiva música electrónica; y como todo los locales de música avanzada de inicios de los noventa, frecuentado por gays enfundados de cuero negro.
Reeves Minot les espera en una esquina y, bajo los focos de color rojo sangre, aprovecha cualquier ocasión para tratar el comercio europeo de discos de importación para locales nocturnos; con aire santurrón utiliza argumentos como la maldad de la mafia, los sobres blancos para pagar silencios, su conexión con la prostitución, el juego de azar, la extorsión… Habla de Barcelona como un desastre, mientras que los chicos de Hamburgo “son más honrados”.
En aquellos años, las tiendas de importación de discos – las cuales no debemos confundir con las de segunda mano – no estaban a pie de calle ni se publicitaban con demasía. Ese era el objetivo de Reeves Minot. Hace algunas preguntas acerca de los establecimientos de discos de segunda mano, titubeante, que abundan por el centro de Barcelona. Tiene conocimiento que muchos adictos intercambian allí discos que han conseguido de manera poco habitual. Pero su objetivo eran los pisos francos.
El objetivo de Minot era controlar a los adictos, para así poder tener conocimiento de su – digamos – adicción. Para preveer. Quizás para establecer una estrategia. Los lugares de venta privada eran su principal interés. La discreción de la ciudad alemana, tan salvaje y atrevida en los años setenta, chocaba con la euforia y el descaro de la costa mediterránea durante los actuales noventa. Querían saber quién o quienes estaban detrás de esa euforia. Como Ripley, los que querían saber no eran amigos de nadie. Y tenían el objetivo a vigilar a esos traficantes de vinilo.
La historia que les cuenta es la que sigue.
Encontramos una de las tiendas de distribución de discos de importación en una primera planta de un piso del Eixample barcelonés. Allí , tres muchachos sin estudios superiores, se encuentran parapetados tras unos relucientes tocadiscos Technics – todo un lujo, oyga– ofreciendo el percal a los visitantes. Han montado un negocio de distribución y venta el cual se extiende por toda la parte alta de la ciudad y cuyos tentáculos se expanden hasta abrazar las arenas de la albufera y los deltas de la costa sur.
Los tres caballeros, con los aliases de La Sombra, La Vicenta y el Justo molinero procuran a los locales y a los dee-jays del momento el vinilo ácido así como la distribución de los productos importados. En casa o a domicilio.
Más de 10.000 pastillas por viaje se llegaron a importar origen Holanda destino la costa mediterránea entre las idas y venidas de estos tres disqueros de importación. Los disqueros y pinchadiscos – mitad confidentes mitad traficantes la mayoría de ellos – aprovechaban su condición de viajantes y comerciantes para poner en práctica las famosas costumbres que la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales tuvo durante el siglo diecisiete. Transporte y distribución de mercancías por vía terrestre o marítima. Una mercancía que llegaba camuflada entre los vinilos, las maletas y las bolsas de plástico de vinilo. Una merca que causó estragos en toda una generación de jóvenes que abrazaban la modernidad de los noventa. Españoles que no duermen. Solo quieren más volumen.
El procedimiento era el siguiente: Uno de ellos, el justo molinero, solía acercarse a los locales que apostaban por la música de importación, como FistBar!, e intentaba venderles una cinta de cassete propia, al increíble precio de mil pesetas. Ganar seis euros en una Barcelona pre-olímpica podía ser una hazaña. Pero la venta incluía un repaso previo por las características del local ( licencias, propietario, permisos…). Por ello, si la venta fallaba, disponía de la segunda opción: la bolsita de caramelos.
Conocíamos que los caramelos se distribuían normalmente por las chicas de la guardarropía del local de la zona alta, donde el justo molinero tenía su residencia como DJ. La soberbia, la ira y la envídia estaban representadas cada una de ellas en tres sujetos quienes con el tiempo conseguirían extender una red de influencias, sobornos y limpieza de dinero a través de inversiones immobiliarias que se sucederían en nuestra ciudad y sus aldeaños durante la siguiente década.
La operación la continuaba La Sombra, quien aparecía en segundo vez con la maleta y con el maletín. Si no quieres pan, tenemos tortas. De las buenas. Debido a sus contactos con banca y cuerpos de vigilancia, La Sombra asumía la responsabilidad de de comprobar la solvencia de los sitios que tenían marcados. La Sombra no se casaba con nadie. Donde olía dinero sucio, allí estaba.
La Vicenta era el cerebro de la operación, controlaba por completo la costa valenciana y sabía donde mover las cosas – explica Ripley -; eso sí, no era de buen perder. Tuvo serios problemas para digerir los suculentos contratos que habían adquirido con las discográficas nuestros amigos Esteban y Delfín, gracias a la intercesión de Ripley. A cambio, éstos le deberán facilitar al amigo americano todos los movimientos de los tres personajes en un futuro.
¿Estan ustedes de acuerdo? – les pregunta.
Ripley escucha y apunta. Ripley era un jugador nato. El Hombre Máquina le llamaban. Por su buen hacer en la mesa del billar, y por su conocida afición – casi obsesiva – a la lectura de ese filósofo mecanicista llamado Renato Des Cartes.
Fue el mismo Descartes quien, para descansar de su oficio militar durante la Guerra de los Treinta Años, busca solaz y tranquilidad en los fumaderos de tabaco que encontramos en la ciudad portuaria de Amsterdam. Fumaderos provisionados en pleno invierno por la empresa neerlandesa de las Indias Orientales; la cual controlaba el tráfico de tabaco y otras plantas, desde la ruta Pacífico hasta nuestras costas. Fueron esas cosas de los fumaderos las que le hicieron conocer al genio maligno y descubrir los legendarios puntos rosas a nuestro conocido filósofo, según consta en una factura de un establicimiento la cual todavía – siglos después – se conserva. Sólo de una cosa podía estar seguro: De que el ser humano era una res cogitans.
DJ Esteban y Delfín, retornan a Hamburgo desde NierderSchaasen, acompañados durante el trayecto por la lectura de un viejo libro que les han facilitado. El libro habla sobre el sonido máquina, sobre la persona mecanizada. L’homme machine, obra de un tal Julien Offroy de La Mettrie.
La Mettrie, filósofo y médico militar, observó sobre sí mismo las consecuencias psíquicas de una enfermedad orgánica y extrajo de ahí la conclusión de una estrecha interdependencia entre alma y cuerpo, e incluso llega a la conclusión de que todos los procesos psíquicos no son más que modificaciones de sensaciones corporales.
La Mettrie expuso estas observaciones de índole lockiana en su libro Histoire naturelle de l’âme en el año 1745, lo cual le suscitó tales persecuciones que tuvo que refugiarse en Holanda, y luego en Berlín, donde se dedica a estudios filosóficos y médicos hasta su muerte. Dos años después escribe: L’homme machine.
La experiencia y la observación son pues las únicas que deben guiarnos (…) todas las investigaciones que la mayoría de los filósofos han hecho a priori, es decir, queriendo servirse de algún modo de las alas del espíritu, han sido vanas. Así, sólo a posteriori, o tratando de discernir el alma, como a través de los órganos del cuerpo, se puede, no digo descubrir con evidencia la naturaleza misma del hombre, pero si alcanzar el mayor grado de probabilidad posible.
El cuerpo humano es una máquina que compone por sí misma sus resortes, viva imagen del movimiento perpetuo. (…) El alma sigue los progresos del cuerpo, así como los de la educación. (…) Los diversos estados del alma son pues siempre correlativos a los del cuerpo.
¿Qué era el hombre, antes de que se inventaran las palabras y se conocieran las lenguas? Un animal de su especie, el cual, con mucho menos instinto natural que los demás (…) no se distinguía del mono y de los restantes animales .Las palabras, las lenguas, las leyes, las ciencias y las bellas artes llegaron y, gracias a ellas, se pulió al fin el diamante bruto de nuestro espíritu. Se ha adiestrado al hombre como un animal (…) ha adquirido el conocimiento simbólico (…) Nada más simple que la mecánica de nuestra educación.
Aceptando el mecanicismo cartesiano, lo aplica a todo el ser human0. Como hacía la electronica body music. El cuerpo electrónico mecanizado. La diferencia entre animal y hombre le parece sólo cuantitativa y no cualitativa, y todo aquello que la metafísica cartesiana atribuye al alma puede ser explicado, según él, como modificación de la materia: incluso el pensamiento no es más que una prolongación de la sensación, común a todos los animales y completamente material.
En moral, La Mettrie defiende el hedonismo, rechaza toda trascendencia y considera como fin último la utilidad social y el placer individual, cuyo único límite está en el daño a los demás.
Moralemente imbuidos en conocimiento, y aprendida de memoria la página trescientos cincuenta y siete del libro de La Meittre; antes de partir hacia Bruselas para encontrase con Veronique, nuestros dos conocidos tratan con distribuidoras de disqueras localizadas en el interior del estado, las cuales les ofrecen exclusivas como Teenage FanClub, Massive Attack o nuevos sonidos, alejados del New Beat que conforman la naciente technokultur.
Es el fin del subgénero llamado Electro-industrial, fusión de la música EBM e industrial que tiene lugar a mediados de la década de 1980. Desde inicios de la década de los ochenta hasta inicios de los noventa la electronic body music ha sido la música de culto en locales gays de Europa y de Estados Unidos. Ahora toca dar paso a otro tipo de subcultura. Toca evolucionar.
En los locales más punteros de los años 93-94, en Hamburgo, los sonidos trip-hop, noise y electro despuntan con fuerza, dejando atrás la dicotomía guitarra- máquina, escena que todavía persistiría en la costa mediterránea durante el siguiente lustro. Adiós a los ochentas. Los tiempos están cambiando, y así la electrónica ciudad de Hamburgo, la cual vió nacer la house club szene, se transforma con la nueva música en los mismos locales que seguirán la misma senda hedonista, pero consciente, que abandera FistBar! en la ciudad portuaria de Barcelona.
En futuras ediciones conoceremos más acerca del talentoso señor Ripley así como de sus estancias poco conocidas en la capital catalana. Nos despedimos de Esteban Dj, quien parte hacia otros lares, en busca de nuevas aventuras. Nos deja cuatro temas de importación intercalados en la sesión de hoy.
Bienvenidos y bienvenidas a Anatemas FistBar!, vuestro programa favorito.
joan / 31/08/2013, (01:54)
exquisito, y extraordinario fuel!!!