Plenilunio
Escrito por Anatemas Fist Bar! el 12/07/2013
Antes de convertirse en una nación de polígonos industriales, nuestro país presentaba hermosos parajes, y las tardes eran para salir, disfrutar y escuchar buena música en compañía de amigos.
Antes de que la luna llena de sus primeros pasos, durante el atardecer, se escapa una tonadilla por los aldeaños de esa calle a la que llegamos tras pasar delante del kiosko donde trabaja la família de Juanito.
De cara a la vía, están los estudios de BTV. los cuales antes habían sido un Centro de Estudio e Imagen propiedad de una entidad de ahorros y montepio local. Encontramos la central de la misma entidad, no como ahora en la Diagonal, sino cerca de una parada de metro, la de la línea 4. Desde allí, cada tarde, sube las escaleras La Funambulista Musical para dirigirse a ese pequeño cuarto oscuro llamado Fist.
La Funambulista Musical, atiende a los sedientos parroquianos – pues la cultura produce sed – y, vestida con sus largos guantes negros, enfundada en su pantalón de vinilo, con sus botas de tacón mantiene el alma del local. Entre semana, durante día a día ella es la encargada de que todo esté listo para la ceremonia y el buen fin del negocio, entre las 18 y las 22 horas. De Lunes a Lunes.
En una Barcelona en la que existía poca cultura sobre el escuchar música diferente o descubrir nuevas tendencias alternativas.
La mayoría se dejaba llevar por un sonido comercial y no indagaba en nada mas, casi como ha pasado siempre.
Así que las opciones para salir los fines de semana eran pocas y entre semana prácticamente nulas.Pero como un faro en mitad de la noche desde las seis de la tarde, durante todos los días de la semana FistBar! encendía su foco e ilumina la estrecha calle donde se encuentra.
Era 1987 cuando se ilumino por primera vez y un año más tarde Front 242 nos daba la bienvenida al paraíso con un himno musical.
Era una manera de romper la rutina semanal y punto de reunión al salir del trabajo, o de clase.
Hablar de mayorías es a tan abstracto como el referir a la opinión pública. Nadie sabemos que es o quienes son la opinión pública y, por eso mismo, nos resulta difícil encasillarnos en el segmento de la mayoría. Un concepto estadístico, que, sin embrago tan útil resulta en los PowerPoint que presentan resultados, como resultados erróneos da en la vida real.
Y si no lo crees, mira al ejemplo de la música indie. Un fenómeno de la subcultura popular supuestamente minoritario en su momento que a día de hoy resulta mainstream.
Otras zonas no tenían en consideración estos conocimientos, ni los aplicaban en su modelo empresarial. Lo cierto es que – como en toda actitud conservadora que se precie – seguían sonando en los arribas con los éxitos del año anterior, los más modernos: Just like Heaven de The Cure, With or Without You de U2, Sweet Child O Mine de Guns and Roses y otras vieja glorias y estertores de lo que fue el sonido alternativo de inicios de los ochenta el cual, por puro y básico sentido de supervivencia intentaba perpertuarse en 1987. Barcelona era rockera. Barriobajera con ganas.
Conocemos que la filosofía indie bebe de las mismas fuentes que el punk de los 70. Do-it-yourself. Un par de singles, quizás un larga duración; y fin de la banda. Locales pequeños, furgoneta y tímidos aplausos por parte de una audiencia conformada, a lo sumo, por un centenar de fieles. Irse con la música a otra parte antes de que sea demasiado tarde y acabar tocando tus canciones en un estadio de fúmbol por obligaciones contractuales con tu sello y la productora. Haberte hecho futbolista si era eso lo que querías.
La calle de Pedro Las Tortras presenta almacenes de las antiguas fábricas textiles de las comarcas cercanas, producto de la penúltima revolución industrial, junto con remanentes de casas de tejedoras trabajando desde el hogar. También encontramos la Asociación de Ciclistas de Barcelona, regentada por el señor Magín, un sujeto cascarrabias quien se asemeja a Gargamel tanto en modales como en edad . Debajo de este lugar con patio a vistas interiores encontramos una fuente que es considerada monumento histórico-nacional. Otros locales de concurrencia pública sitos en la misma angosta calle incluyen la bodega Carlos así como la bodegueta de la entrada donde se encuentran siempre maquinando los Cabinni, o la famosa La Cava del Palau, la cual esconde bastantes de los secretos mejor guardados e historias oscuras de esa Barcelona todavía por reconstruir. Y otros.
Entrando por la Via Layetana, pasada la Biblioteca Francesca Bonnemaison y subiendo a mano izquierda por la estrecha pero luminosa calle, vemos un almacén cerrado delante del muro que conforma la sección de danza y baile flamenco de la escuela del Institut del Teatre. Al final, vislumbramos la entrada y taquillas del Palau de la Música, cuya fachada – empleando este vocablo sin doble sentido – contigua a Amadeo Vives, se encuentra cubierta por andamios, en reforma contínua, desde el año 1979.
A mano derecha antes de entrar, vemos el Santuario de la Virgen de la Ayuda que fue la primera residencia de los frailes capuchinos menores en la parte amurallada de Barcelona, después de la exclaustración de 1835, producto de la desamortización de las manos muertas. En Diciembre de 1884, el obispo de Barcelona Jaume Català i Albosa confió a frailes menores capuchinos la custodia de este pequeño santuario ubicado en la calle Baja de San Pedro. Usan un hábito marrón con una cuerda ( como los franciscanos observantes ), pero la diferencia principal con los otros dos grupos es que lleven una capucha unida a la túnica, dejándose crecer la barba ( llevan barba larga ) entre los clérigos como en los laicos. Entre sus habilidades destaca la elaboración del elixir de spa, el cual posiciona a esta congregación de manera favorable ante otras mismas empresas de su sector- también especializadas en la fabricación y destilación de espirituosos libres de impuestos directos-.
Pero espera, no camines tan rápido que te pasas de largo. Sitúate y, una vez situada, vuelves a girar a la derecha, topas con unos contenedores, escuchas a un grupo ensayando. Esta tarde parece que habrá concierto en FistBar!. Que acaba antes de las diez, para así no molestar al vecindario, y también porque los conciertos suelen suceder por las tardes. La música que se regala en Fist puede llegar a ser disonante y no cumplir con los requisitos estéticos de los Amigos de la Música.
Los conciertos por la tarde en FistBar! acogen a grupos malditos y alternativos de la escena local y europea como los SuperElvis, Bach Is Dead o The Ramonas.
Considerando la música jazz como un subgénero en el que cuatro o cinco amigos se reúnen para encerrarse en si mismos ante una audiencia la cual poco más que el repiqueteo de un piano comprende. Considerándola bajo esta perspectiva onanista, la verdad es que la herencia de la Cova del Drac poco nos interesaba, y Delfín no la consideraba grata de ofertar. Tampoco escupían los altavoces música house, porque el espacio no reunía las condiciones óptimas que se requieren para poder disfrutar de esta variante moderna de la música popular. Por descarte, pues, nos situamos en la escena independiente. Delante de los contenedores.
Volviendo de las Ramblas, cerca del Gran Teatro del Liceo y esquivando a las señoras que esperan a los señores a su salida del recinto, cae fresco el NME con la lista indie de la semana. Vamos a empaparnos.
1988 no es un muy buen año en términos musicales, pero algunas joyas en forma de diamante en bruto empiezan a salir del carbón mineral que nutre las tierras de la viña del señor. Un cambio de rumbo respecto a las músicas que escuchamos en 1987, una temporada antes. Desaparece la diatriba Guitarra vs.Máquina de nuestra ciudad, así como la nefasta división de música blanca vs. música negra promovida – entre otros – por vendedores de discos a domicilio.
Entran con fuerza Pixies, The Primitives, Galaxie 500 o My Bloody Valentine. Es el año del rock denso, espeso, sicodélico. La máquina de música británica pierde fuelle ante la llegada de una segunda nueva ola norteamericana, comandada por las producciones de Steve Albini y subversivos similares.
Desde sus inicios, sabemos que la alta cocina no se aviene con la música innovadora. Nada de esto se escucha en las zonas pudientes, puesto que el sonido fuzz de la guitarra produce, digamos, severas hidrocuciones.
La alta cocina, aún en sus momentos más brillantes, está sujeta a la tiranía biológica y a los teoremas sobre las fuerzas sobre un cuerpo sumergido en términos del peso del fluido desalojado por ese cuerpo sólido que Arquímedes popularizó. Todo aquello que es digerido es expulsado horas más tarde. Y vuelve a empezar. Eso es el arte de la cocina, Todo lo que entra sale o se regurgita.
Al no servir tentempiés en nuestra carta, la bruma del overdrive que suena conscientemente, a modo de decisión ética, en Fist no es muy aconsejable para ciertos bioritmos circadianos.
Una de esas tardes, acude Pablo desde su Hospitalet natal. Viene con una bolsa llena de discos que acaba de comprarse en el centro. Pablo es uno de los mejores – sino el mejor – DJ de guitarra que ha tenido el placer de escuchar nuestra ciudad, y quien entonces alegraba las noches de fin de semana en muchos locales, como en la sala KGB de after. Motoristas y chicas con el pelo rapado. Pablo pinchaba guitarra. A los CrazyHead, Ciccone Youth, Godfathers, Ramones o The Cult, y ni se inmutaba ni desmelenaba al cambiar de vinilo con rapidez.
Esta noche habrá luna llena. Luna negra.
La Funambulsita Musical le atiende con destreza, y Delfín le regala una cinta de compact-cassette de una selección con la música que escuchamos en FistBar!, la cual -dicen – no se escucha en ningún otro sitio de la Península. Por algo te encuentras, por las tardes, el mejor público, los mejores conocidos, a las chicas más guerreras y alas mejores personas que una empresa puede o desea tener entre sus paredes. Polígonos industriales aparte.
Te invitamos a degustar el contenido de esa cinta magnética que fue regalada y que pasó de mano en mano, una tarde cualquiera en Texas.
Bienvenido y bienvenida a tu programa favorito.