TOY, psicodelia ‘made in England’. Crónica de su paso por Sidecar
Escrito por Manel Ferrer el 20/03/2019
La ciudad condal era la elegida para que el quinteto que capitanea Tom Dougall rematara su paso por nuestro país. Con un total de cuatro conciertos que han servido para presentar el notable “Happy in the Hollow” (publicado hace apenas dos meses y convirtiéndose en el cuarto trabajo de los de Brighton), este nuevo álbum es la continuación de “Clear Shot” (2016), donde ya pudimos ver cambios significativos hacía un sonido más limpio y arreglos en la producción, dejando atmósferas espaciales con regusto al shoegaze que gastan desde sus inicios, el post-punk, el krautrock más descarriado o la psicodelia de altas esferas.
Para sorpresa de muchos el encargado de calentar al personal fue el productor argentino Luis María Ducasse, ofreciendo un live de electrónica marciana con tintes de acid que perfectamente podrían haberse gestado en los noventa, en las entrañas del mismísimo Aphex Twin. Un show trepidante en el que destripó un arsenal de sintetizadores, cajas de ritmo y modulares. Un sonido totalmente analógico (no se ayudó de ningún ordenador), creando infinitas atmósferas de techno duro.

Ahora sí y con el público ansioso, TOY asaltaba el escenario para pasar como un auténtico vendaval por el Sidecar de Barcelona, dando su mejor versión y convirtiendo la noche del pasado viernes en una fiesta de noise revival, donde demostraron una vez más que su sonido furioso y distorsionado casa perfectamente con la ternura y las letras melódicas, haciendo de su concierto un gran campo de batalla donde las guitarras de Dominic O’Dair fueron la artillería pasada.
La columna vertebral del repertorio fue «Happy In The Hollow», del que sonaron nueve de los once temas que dan grosor a un disco que gana fuerza en directo, llevando al límite temas como Jolt Awake, con la que abrieron. Sequence One es un soplo de aire fresco, hipnótico rock progresivo que se va cociendo a fuego lento, mientras You Make Me Forget Myself nos seduce gracias a una frágil melodía cubierta por capas y capas de arreglos, apoderándose de una sala rendida a los de Brighton, mostrándose incombustibles a lo largo del repertorio.

Como poema de Jim Morrison fue The Willo, que compartió infinitas similitudes con los teclados de The Doors y la psicodelia que gastaban los americanos por allá en los 60. Esporádicas, pero de mucho peso, fueron las concesiones a sus anteriores trabajos. Los ocho minutos de Fall Out Of Love fueron una demostración de cómo sacarles el máximo partido a las cuerdas por parte de Tom y Dominic que entraron como en una espiral de distorsiones y acordes llevados al infinito, mientras ellos parecían como poseídos. Como agua de mayo cayeron Join The Dots o Motoring de su homónimo álbum, siendo esta última una de las más aplaudidas de la noche. Energy sería la encargada de cerrar una noche donde los riffs acelerados y las distorsiones fueron los grandes aliados de unos Toy incombustibles y con una gran actitud, siendo un importante eslabón entre el sonido que bandas como Joy Division, The Jesus And Mary Chain o Ride iniciaron ya hace unos cuantos años.
Crónica de Manel Ferrer | Imágenes de Toni Rosado

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