VIDA Festival 2019, confianza y credibilidad

Escrito por el 09/07/2019

Crónica del VIDA Festival 2019. Del 4 al 6 de julio en Vilanova i la Geltrú

La sexta edición del festival situado en la Masia d’en Cabanyes ha mantenido o incluso superado el nivel artístico de sus anteriores ediciones, a pesar de la baja del cabeza de cartel Beirut por una laringitis de su creador Zach Condon. No obstante, nadie, como su director remarcó, solicitó el reembolso del abono o de entrada de día. Y es que el VIDA Festival es mucho mas que un evento estrictamente musical. Con una asistencia de 32.500 visitantes, y un cuidado absoluto en la decoración, servicios y espacios, el Festival Internacional de Vilanova i la Geltrú, se erige como uno de los pocos festivales estatales que miman al visitante proporcionándole comodidad y relajo sin estreses ni complicaciones, accediendo, si se quiere, a las primera filas en los conciertos sin anticipación ni aglomeraciones. Aquí se viene a disfrutar de la música, del bello entorno, y de la compañía. Es una especie de verbena estival confeccionada con gusto y estilo, con precios asequibles, y que deviene el pistoletazo de salida al ansiado verano, preámbulo de las infinitas noches de verano.

Lo más relevante de esta edición ha sido la potenciación de la primera jornada de apertura, la del jueves, con una programación más gruesa y completa, alejada de anteriores ediciones en las que el gancho recaía en manos de un grupo como Phoenix hace dos años, o en Calexico y Los Planetas el año pasado. El festival crece en este sentido, y ya no existen diferencias entre sus tres jornadas. Por otra parte, la organización sigue siendo fiel a sus postulados y criterios musicales; aquí el trap y el regeatton brillan por su ausencia, a diferencia de otros festivales que abren el paso a nuevos géneros y ritmos con justificaciones más que dudosas; en el VIDA el no todo vale los confirma como un valor seguro en la desmadrada oferta de festivales y muestras musicales, sorprendente burbuja especulativa que se desplomará al lo largo y ancho de los años venideros; está claro, no habrá pan para todos.

Y respeto a lo musical, curiosamente, y contra pronóstico, el mejor concierto para este cronista fue el primero programado en uno de los dos grandes escenarios en la jornada del jueves y a una hora muy temprana. Lástima, ya que mucha gente se perdió al hallazgo de descubrir a Julia Jacklin, cantautora australiana country-pop con un segundo disco «Crushing» sobre una ruptura amorosa y repleto de melodías y estribillos memorables. Empezó con Body, su mejor tema, y ya causó estupor. Acompañada de tres músicos impecables, crearon las canciones con más cuerpo y energía que en el disco, construyendo las canciones mediante acordes sutiles y mágicos, a merced de una expresiva y magnética voz modulada brillantemente con aparente sencillez. Madurez interpretativa insólita y precoz. Angel Olsen, Courney Barnett y Julien Baker, temblad.

Con José González uno tiene la sensación de reencontrarse con un viejo conocido. Son tantas las veces que ha actuado en nuestro país en solitario o con banda, que uno ya se entretiene en buscar las siete diferencias respeto al concierto anterior. A pesar de la sempiterna sensación de déjà vu, siempre es un deleite observar como construye y deconstruye sus canciones con su guitarra. Como siempre, abordó «Teardrop» de Massive Attack, «Hearbeats» de The Knife, «Killing for love», «Afterglow», «Every age”, “Down the line””, entre otras. Rescató “Line of fire” de Junip, “Blackbird” de Los Beatles y “Let’s stay together” de Al Green. Aún así, parece el Día de la Marmota.

José González

Los argentinos El Mató A Un Policía Motorizado presentaron las bondades de «La sintesis O’Konor» del 2017 con firmeza, sabiendo que aquí como en su país también sus fans corean las canciones con ímpetu, dejando para la parte final el encadenado de canciones que más gustan como “Chica de oro”, “Chica rutera”, “Mas o menos bien” , “Prenderte fuego” y “Yoni B” , todas de trabajos anteriores. Son los planetas argentinos, y se les quiere por esa querencia por bandas como Pixies y Sonic Youth. La banda Fat White Family congregó a poco público con su post punk psicodélico, aunque su reciente trabajo «Serfs Up!» es más accesible. Lo mas llamativo fueron las piruetas de su líder y la apreciación de que les falta algo no concreto para generar adhesión y aplauso, y no es solo por el hecho de que muchísimas de sus canciones se eliminan de nuestro cerebro tras su escucha.

Si alguien ha visto en directo a Sleaford Mods sabe que su recuerdo es imborrable. La razón única y exclusivamente es que siempre es el mismo formato: mientras Jason Williamson berrea encarecidamente, Andrew Fearn bebe cerveza, mira el laptop, y menea el trasero. No hay más, aunque, por el contrario, es mucho. Su líder es el Robin Hood de la clase obrera y desfavorecida inglesa y sus canciones críticas y mordaces son contundentes. Puño en alto y cerveza en la otra mano.

Sleaford Mods (Andrew Fearn)

Los también británicos Hot Chip atesoran tal cantidad de hits que al no caber en un setlist de festival, provoca cabreo cuando alguno de ellos no se materializa. Y a pesar de llevar tantos años confeccionando su reconocible forma de construir piezas perfectas y de marcar un estilo propio, Alexis Taylor y Joe Goddard disfrutan y te hacen disfrutar con su synth-pop infeccioso y adictivo. Puesta en escena creativa mediante unos tabiques blancos, imaginativo juego de luces, sonido impecable y píldoras pop como “Over and over”, “Flutes”, “Ready for the floor”, “One life stand” , entre otras maravillas. Deberían formar parte de por vida en el VIDA, como Shellac en el Primavera Sound. Cheque en blanco.

Hot Chip (Alexis Taylor)

Sin Beirut como reclamo, Sharon Van Etten asumió las riendas con un concierto que visualizó a una artista en transformación y ascendencia a cada nuevo disco. Presentando uno de los mejores álbumes del 2019, su laureado «Remind me tomorrow», la compositora encadenó “Jupiter 4”, “Comeback kid” y “No one’s easy to love” de forma suntuosa con ecos de PJ Harvey. Posteriormente abrazó la guitarra para interpretar acompañada de cuatro músicos temas como “Tarifa”,”Seventeen” o la inmensa “Every times the sun comes up”. Después de varios años alejada de los escenarios, en los que se ha centrado en licenciarse en Psicología, en su maternidad, y en debutar como actriz de la mano de David Lynch, la americana emocionó con su expresividad en la voz y en la guitarra. Incluso versionó a Sinéad O’Connor con “Black boys on Moped”.

Sharon Van Etten

Anteriormente, propuestas como Westerman y su pop nocturno o la del neozelandés Marlon Williams enamorado de Roy Orbison, palidecieron irremediablemente. Anodinos e insustanciales. Pero, afortunadamente, en el escenario de El Vaixell, Kevin Morby ofreció una lección de folk-rock acompañado de un trompetista y, en canciones puntuales, por la cantante Waxahatchee, creando momentos sublimes. Empezó al piano con “Oh my Good” y arrasó con “Piss river”, “Congratulations”, entre otras. Emoción en estado puro.

Westerman

Los que se beneficiaron de la laringitis de Zach Condon fueron la revelación del año Fontaines D.C., quinteto de imberbes que desde Dublin debutan con el disco “Dogrel”, consiguiendo algunos de los mejores temas post-punk de los últimos años. Banda novel y joven, con carismático cantante, y con reminiscencias a The Fall y a The Smiths en las guitarras. Se les augura un salto a primera plana en un santiamén. Tienen mucho talento y con cierto tiempo y rodaje conseguirán las tablas que, puede o no, aun les falta. Tablas que, obviamente, no necesitan Temples, grupo británico de rock psicodélico con tercer disco bajo el brazo que perpetua su anclaje obsesivo en los 60, tanto en su música como en su ropaje, por no hablar de su peculiar estilo capilar. A pesar de algunos buenos temas, el tedio aparece en demasiadas ocasiones. De aburrimiento, no se les puede acusar a SUPERCHUNK, banda emblemática del indie de los 90, que recorrió su legado con temas como “Like a fool”, “Crossed wires” o “Driveway to driveway”. Estallidos eléctricos feroces y veloces con su cantante Mac McCaughan en plena forma.

Para la edición del 2020 los organizadores han confirmado a Dan Bejar, el nombre tras Destroyer. Lo dicho, el VIDA Festival es sinónimo de fidelidad y absoluta confianza.

Crónica de Òscar Blanch  |  Imágenes de Meritxell Rosell

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